Entrevistador, ¿Qué eres?

Hincapié Ángela, 2013, UMB

Muchas veces, las personas me dicen “¡es que su carrera es fácil!, usted solo tiene que sentarse a escuchar al que le pague y ya está” y siempre pienso… ¿Escuchar en realidad es tan fácil? Y por más que lo pienso sigo creyendo que esto de “escuchar al otro” no es para nada fácil, esta cualidad  es también un arte, que sabiéndola utilizar se puede llegar muy lejos, pero de lo contrario iras casi en picada a un abismo del cual no podrás salir, ni sacar al otro.
Para entrevistar, se necesita escuchar, pero escuchar no significa estar en un mismo espacio con otro/s, y asentir con la cabeza mientras el otro habla, escuchar implica, entender, aceptar, no juzgar y confiar, es una entrega mutua donde el otro se te abre como un cofrecito y te permite escuchar su más linda o por qué no su más triste melodía y entrar a su interior y allí encontrar cosas que quizás han estado refundidas por mucho tiempo, que tal vez sean buenas pero otras que quizás no sean tan buenas, sin embargo, es tu deber ser y hacer que el otro sane, se entienda y entienda a los demás.

Entrevistar suena fácil, y quizás lo sea, cuando es un compromiso por salir del paso, cuando no importa el otro, y cuando se entrevistan 200 en un día, quizás sí, pero la verdad es que tu entrevistador estas allí, por una razón, y quizás seas tú la persona que necesita ese otro para poder superar un momento difícil, salir de un problema o conseguir un empleo y no puedes darte el lujo de hacerlo a las medias por el afán si lo vas a hacer que sea bien hecho, que te quede la tranquilidad del deber cumplido, el objetivo logrado, de haber pasado por la vida de alguien y ser la diferencia.

A veces no hay necesidad ni de pronunciar una sola palabra, para ayudar al otro, a veces solo basta una mirada, un abrazo o un largo silencio en el que te conectes con el otro, y él entienda que estás ahí, que cuenta contigo, que él es importante para ti, que tú vives gracias a él y que en cualquier momento que te necesite ahí estarás, que bueno es contar con alguien, que bueno es poder hablar de todas las cosas que uno ha querido hablar pero por temor no ha dicho y que rico es escuchar en una conversación abierta sin tapujos ni prejuicios, solo el otro y tu como un igual.

Entrevistador, tu trabajo no está solo en escuchar palabras que salen de la boca del otro, también debes escuchar aquellas que no salen o que no quieren que salgan, cada mirada, cada gesto, cada postura del otro, analízalo y desmenúzalo como si quisieras comértelo, recuerda que “Es imposible no comunicar” y a ti todo te está hablando, no dudes de tus conocimientos y de ti misma, recuerda que en ti están los medios para lograr llegar a un fin placentero.

Concéntrate en tu interlocutor, préstale atención, respétalo para que te respete, muéstrale interés, ya que el contacto personal y directo es un intercambio, en el que ambos se intervienen a través de la expresión, palabras, gestos, movimientos y hasta silencios, a mayor participación, más dinamismo hay en la relación.

Leyendo a momo el párrafo que mejor encierra todo lo que he dicho es este: “Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él. Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres. Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante y que él mismo no era más que uno entre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo eso a la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante a su manera, para el mundo. ¡Así sabía escuchar Momo!” (Ende, 2008)


Qué lindo fuera en verdad encontrarse con una “momo” que te escuchara sin importar la edad, el color, la altura o la anchura. No importaba si el problema que tuviera, era grande o chiquito, fácil o difícil o si simplemente era una bobada, ella escucha a todo el que la necesita y sin decir ni una sola palabra, esto entrevistador tienes que buscar siempre llegar a ser, ese al que busquen por bueno, porque ayudas, porque sabes y eres el mejor en lo que haces.

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